El mes de agosto se ha pasado
con una velocidad mucho mayor que la que empleó para llegar a nosotros. Hace
unos días alguien me comentaba que, por mucho que febrero pueda tener menos
días, agosto es con diferencia el mes más corto del año. Al final, y contra
todo pronóstico, no puedo por menos que darle la razón.
Y en ese “breve” espacio de
tiempo siempre se suelen apreciar cambios. También, por supuesto, en el
ambiente laboral.
No obstante, lo que no suele
variar es la sensación de inseguridad que siguen teniendo los usuarios de banca
en esta época tan convulsa. Las entidades han comercializado en los últimos
años una serie de productos complejos entre una clientela que, claramente, no
era la destinataria idónea de los mismos.